Yo creo
Creo en la vida
Creo en la belleza. No sólo en la belleza exterior de las cosas sino, más aún en su belleza interior.
Creo en la verdad por sobre la mentira.
Creo que las personas son buenas por naturaleza: nadie nace malo.
Creo que hay cosas que nunca vamos a lograr comprender; pero ¡Qué más da! ¿Dónde entrarían la curiosidad, la intriga, la duda si tuviésemos las respuestas a todo? …
Creo que hay algo más allá de lo que percibimos con nuestros sentidos.
Creo en la inteligencia del hombre y en las ganas de auto-superación.
Creo en la felicidad, pero no en la felicidad constante ni absoluta: todos tenemos nuestros momentos de tristeza. De hecho, si no existiesen… ¿Cómo distinguiríamos aquello que nos hace bien o felices?
Creo que la música, la lectura y el arte son esenciales a la vida de toda persona. Hacen no sólo a la creatividad de uno, sino que nos permiten desarrollar algo que muchas veces olvidamos en la cotidianeidad de nuestras vidas: la imaginación.
Creo en la verdadera amistad.
Creo en la importancia de la familia.
Creo en el amor. No sé si en el amor eterno, pero sí en la capacidad de las personas de amar aunque sea “por un instante”.
Creo en la libertad como valor fundamental de la vida. No sólo en la libertad física, sino también en la libertad de mente (religión, ideologías, creencias, sexual, artística, de prensa, etc.) y espíritu. Una de las torturas más insoportables es sentirse encadenado o atado; sin escape.
Creo en la fuerza de la naturaleza.
Creo en la infinitud del Universo y en la finitud del ser humano.
“Creo, creo, creo…” la verdad es que podría seguir enumerando una infinidad de cosas, sentimientos o valores que nos construyen y nos marcan como individuos. Lo que me resulta más irónico es que creo en tantas cosas pero a la vez en lo que más me cuesta creer es en algo de lo más conocido –y, paradójicamente, desconocido a la vez-; algo de lo más cotidiano en mi vida: en mí misma.
Comentarios
Publicar un comentario