365 DÍAS
Aunque no lo podamos creer ya se acerca fin de año. Por favor que alguien me explique cuándo y cómo pasó tan rápido el tiempo; me parece ayer que estaba brindando por el viniente 2014 y ya en un poco más de un mes vamos a estar chocando las copas por el 2015.
En relación a esta particular época del año, una de las cosas que más se me viene a la mente es el inevitable “balance general” que uno hace de sí mismo respecto del año trascurrido. Queramos o no, por lo menos a mí me pasa, que me pongo a analizar los momentos buenos vs los malos, recuerdo las risas, los llantos, los días de estudio y estrés, días de aburrimiento; pienso también en aquellas personas que más me acompañaron, tanto por las cosas buenas como por las malas, mientras que paralelamente surgen otras que se fueron alejando; “amores fallidos” - si así lo quieren llamar – etc. Sin embargo, más allá de todos estos pormenores que podemos analizar, creo que el análisis – y el que me resulta más valedero- debe circunscribirse a tratar de responder una sola pregunta: ¿Crecí respecto del año pasado?
Bueno, bueno… todo muy lindo, muy cursi y hasta un tanto “cliché” pero vamos al punto: ¿Puedo efectivamente mirarme al espejo y decir que veo algo diferente en mí respecto de la persona que se paraba en el mismo lugar hacía 365 días atrás? Y si la respuesta es afirmativa… ¿Puedo decir que el cambio fue para bien?
Honestamente, creo que la respuesta no es ni un “sí” ni un “no” porque, por un lado estoy segura de que no soy la misma Sol de meses atrás, en sentido de que mejoré muchas cosas pero por otro lado, creo que hay otras en las que no mejoré en nada y hasta quizá haya empeorado. Ahora, si sé que hay cosas en las que mi vida sigue estancada, lo que en este momento tengo que preguntarme ya no es si crecí o no, o si me veo distinta, sino ¿Qué es lo que voy a hacer de ahora en más con lo que veo de mi misma? En definitiva, como leí en un libro: “El mundo no es una fábrica de conceder deseos”; si uno mismo no es quien haga las cosas por sí, quien se imponga desafíos o metas a cumplir, la verdad es que nadie va a venir a hacerlo por nosotros. Pienso que la vida requiere del impulso del propio protagonista para delimitar su camino, para saber hacia dónde ir; mientras tanto seguiremos en una especie de modo automático o hasta podríamos llegar a caer en “punto muerto” del cual difícilmente podamos salir.
Ya no me alcanzan las palabras para describir lo rápido en que nacen y mueren los días. Aunque cierre los ojos inevitablemente veo cómo el tiempo se esfuma ante mí. Siento que es increíble cómo tan sólo 60 segundos son suficientes para que notemos todos nuestros defectos y como quizá un día no alcance para comprender todo lo bueno de nosotros. Simultáneamente, me impresiona como tan poco tiempo puede rotar el tablero del juego por completo: porque hasta un movimiento en falso puede ser suficiente para hacer que las cosas viren 360 grados… pero como planteé antes, ¿Qué es lo que vamos a hacer ante los cambios?; ¿Vamos a tomar el rol de espectador o vamos a montar nuestra propia película?
Cada año son 365 días (a menos que sea bisiesto). 365 días en los que nos vamos a caer incontables veces pero es el hecho de que podamos levantarnos lo que hace que cambiemos y que crezcamos un poco más. Es el hecho de usar de nuestra fuerza lo que marca EL cambio. Es así que si vemos algo que no nos tiene contentos, tratemos de cambiarlo: no seamos indiferentes, porque la indiferencia mata; mata al espíritu, mata al alma, y por ende, a la dinámica de la vida.
Seamos curiosos. Seamos aventureros. Tomemos riesgos y como tanto me gusta citar este libro: “Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó” (El Principito). El abandono es de las peores maneras en que uno puede dejar morir algo porque implica el dejar de creer en aquello, en perder la fe. ¿Qué sería del mundo si todas las personas simplemente abandonasen? ¿Qué va a ser de nosotros si simplemente nos marchamos? … ¿Vamos a poder mirarnos dentro de 365 días y decir que crecimos?
En relación a esta particular época del año, una de las cosas que más se me viene a la mente es el inevitable “balance general” que uno hace de sí mismo respecto del año trascurrido. Queramos o no, por lo menos a mí me pasa, que me pongo a analizar los momentos buenos vs los malos, recuerdo las risas, los llantos, los días de estudio y estrés, días de aburrimiento; pienso también en aquellas personas que más me acompañaron, tanto por las cosas buenas como por las malas, mientras que paralelamente surgen otras que se fueron alejando; “amores fallidos” - si así lo quieren llamar – etc. Sin embargo, más allá de todos estos pormenores que podemos analizar, creo que el análisis – y el que me resulta más valedero- debe circunscribirse a tratar de responder una sola pregunta: ¿Crecí respecto del año pasado?
Es así que busco salir de mí misma por un instante tratando de responder dicha pregunta lo más objetivamente posible pero… ¿Qué significa crecer? Y cuando hablo a crecer no me refiero al sentido físico de, por ejemplo, lo que uno puede aumentar en altura, sino a lo referente a uno mismo como persona; a lo que uno puede crecer intangiblemente de lo visual y perceptible por los sentidos, es decir, a todo eso que nos enriquece en sabiduría, creencias, ideologías, valores, y, esencialmente a aquello que nos alimenta en nuestro espíritu y en nuestra alma.
Bueno, bueno… todo muy lindo, muy cursi y hasta un tanto “cliché” pero vamos al punto: ¿Puedo efectivamente mirarme al espejo y decir que veo algo diferente en mí respecto de la persona que se paraba en el mismo lugar hacía 365 días atrás? Y si la respuesta es afirmativa… ¿Puedo decir que el cambio fue para bien?
Honestamente, creo que la respuesta no es ni un “sí” ni un “no” porque, por un lado estoy segura de que no soy la misma Sol de meses atrás, en sentido de que mejoré muchas cosas pero por otro lado, creo que hay otras en las que no mejoré en nada y hasta quizá haya empeorado. Ahora, si sé que hay cosas en las que mi vida sigue estancada, lo que en este momento tengo que preguntarme ya no es si crecí o no, o si me veo distinta, sino ¿Qué es lo que voy a hacer de ahora en más con lo que veo de mi misma? En definitiva, como leí en un libro: “El mundo no es una fábrica de conceder deseos”; si uno mismo no es quien haga las cosas por sí, quien se imponga desafíos o metas a cumplir, la verdad es que nadie va a venir a hacerlo por nosotros. Pienso que la vida requiere del impulso del propio protagonista para delimitar su camino, para saber hacia dónde ir; mientras tanto seguiremos en una especie de modo automático o hasta podríamos llegar a caer en “punto muerto” del cual difícilmente podamos salir.
Ya no me alcanzan las palabras para describir lo rápido en que nacen y mueren los días. Aunque cierre los ojos inevitablemente veo cómo el tiempo se esfuma ante mí. Siento que es increíble cómo tan sólo 60 segundos son suficientes para que notemos todos nuestros defectos y como quizá un día no alcance para comprender todo lo bueno de nosotros. Simultáneamente, me impresiona como tan poco tiempo puede rotar el tablero del juego por completo: porque hasta un movimiento en falso puede ser suficiente para hacer que las cosas viren 360 grados… pero como planteé antes, ¿Qué es lo que vamos a hacer ante los cambios?; ¿Vamos a tomar el rol de espectador o vamos a montar nuestra propia película?
Cada año son 365 días (a menos que sea bisiesto). 365 días en los que nos vamos a caer incontables veces pero es el hecho de que podamos levantarnos lo que hace que cambiemos y que crezcamos un poco más. Es el hecho de usar de nuestra fuerza lo que marca EL cambio. Es así que si vemos algo que no nos tiene contentos, tratemos de cambiarlo: no seamos indiferentes, porque la indiferencia mata; mata al espíritu, mata al alma, y por ende, a la dinámica de la vida.
Seamos curiosos. Seamos aventureros. Tomemos riesgos y como tanto me gusta citar este libro: “Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó” (El Principito). El abandono es de las peores maneras en que uno puede dejar morir algo porque implica el dejar de creer en aquello, en perder la fe. ¿Qué sería del mundo si todas las personas simplemente abandonasen? ¿Qué va a ser de nosotros si simplemente nos marchamos? … ¿Vamos a poder mirarnos dentro de 365 días y decir que crecimos?
Comentarios
Publicar un comentario